“Recetas para alimentar el habla de los peques”

“Recetas para alimentar el habla de los peques”

 

Si las mamás y papás que nos leéis pudierais frotar la lámpara maravillosa y pedir 3 deseos, uno de ellos sería sin duda resolver la batalla que se monta en el momento de la comida. Todos sabemos de la importancia de una buena alimentación para favorecer nuestro desarrollo físico y permitir a nuestro cerebro funcionar adecuadamente pero… ¿Puede una alteración en la alimentación afectar al desarrollo del habla? ¿Cómo afrontar esta carrera de fondo cuando las cosas se nos complican?

Son múltiples las implicaciones que el acto de la masticación tiene en el desarrollo del habla de nuestros niños y niñas. Mejillas, mandíbula, boca, lengua, cuello… músculos, huesos y articulaciones cuya misión primaria es la de permitirnos la supervivencia en la infancia más temprana. Comenzamos con las habilidades innatas de succionar y deglutir, y es a través del ejercicio de la masticación aproximadamente a partir de los 6 meses como promovemos esa motricidad orofacial (cadena de movimientos que coordinan diversas partes de la cavidad bucal, para preparar el alimento y digerirlo) que hacen de nuestro instrumento un medio de comunicación eficiente para el futuro del habla.

A veces creemos que las cosas funcionan, porque así han de funcionar naturalmente, pero en el mero hecho de hablar intervienen cantidad de instrumentos, y cuando falla uno todo lo demás se ve alterado en menor o mayor medida.  En cómo respiramos, hasta cómo nos alimentamos, es fundamental la detección precoz por parte de los servicios de pediatría, Atención Temprana y/o servicios escolares.

A continuación detallaremos algunas de las Disfunciones Orales más frecuentes:

Frenillo lingual o Anquiloglosia: la lengua se encuentra más sujeta a la parte inferior de la boca de lo que debería estar, por lo que su movimiento se ve limitado. Al pedirle que saque la lengua, ésta dibuja en su extremo una forma de corazón. Se puede practicar una sencilla intervención quirúrgica para prevenir complicaciones en la lactancia o posteriormente en el habla, previamente consultándolo con los especialistas.

Respiración Bucal: El respirador bucal es físicamente incapaz de respirar por la nariz. Todo niño o niña que respire por la boca de forma ocasional, intermitente o perenne se considera respirador bucal, ya sea por causas obstructivas (algo impide el paso correcto del flujo de aire), por hábitos y/o por anatomía. Los síntomas más frecuentes del respirador bucal son: tos seca; tos nocturna; incapacidad respiratoria; apneas obstructivas del sueño (interrupción momentánea de la respiración); trastornos en el desarrollo del macizo facial (paladar estrecho y hundido, mandíbula elongada); deglución atípica; dientes mal implantados; sinusitis; otitis; trastornos de la audición; falta de atención; retraso escolar; alteraciones posturales; ojeras, ojos cansados y sin brillo; dormir con la boca abierta; labio superior corto y normalmente mostrando los dientes; labio inferior laxo (“flojo”); incisivos normalmente para adelante; escaso desarrollo del tórax.

Deglución Atípica: consiste en la postura y uso inadecuados de la lengua en el acto de deglución. Algunas características que nos permiten sospechar la alteración son: labios con poca fuerza (hipotonía labial) que suelen estar abiertos (falta de sellado labial) e incluso producir babeo; la lengua no se coloca de forma adecuada (hipotonía lingual) que en posición de reposo suele salir hacia afuera; al cerrar la boca, los dientes no encajan correctamente (las arcadas no cierran como es debido); respiración bucal (suelen respirar por la boca, por lo que cuando se trabaja la reeducación, se debe trabajar la respiración nasal); puede haber fonemas que no se produzcan de forma adecuada (/d/,/t/,/l/,/n/,/r/).

Mónica M. Orozco, logopeda y terapeuta en Red Cenit.